Todo empezó sin darme cuenta, pero sí recuerdo como poco a poco nacía muy dentro de mí el deseo de ser madre. Por aquel entonces tenia pareja estable. Compartía mi vida con un hombre del que estaba enamorada. Yo deseaba tener un hijo y para él nunca llegaba el momento oportuno. Esto empezó a crear en la pareja fisuras insalvables y la relación terminó.
Con 34 años y gran dolor por la ruptura, fui viendo claramente que lo que permanecía en mí era el deseo de ser madre.
Trabajo en el área de la Salud y conozco la cantidad de servicios y técnicas que se ofrecen a las parejas, para facilitarles la posibilidad de ser padres. Así que, un día ……. nació la ilusión! ¿Ser madre? Fueron meses de dudas en solitario, con el tiempo me he dado cuenta que no eran dudas, estaba segura, pero necesitaba tomar la decisión de hacerlo.
Los avances eran pequeños, hasta que un día llamé a una clínica para informarme. Con la primera cita informé a mi familia de mis deseos y me apoyaron. Me desplacé muy lejos para una primera consulta. Luego, todo fue mas cercano. El viaje a la felicidad había comenzado. La primera vez me acompañó mi madre, después mis hermanos, en alguna ocasión una amiga. Muchas veces sola.
Después de los meses con dudas, llegaron los meses con tratamientos, unos mas intensos que otros, temperatura, inyecciones, pastillas, ecografías…. todo preparado, demasiado deseo, noches sin dormir esperando un test por la mañana. Y otra vez a empezar de nuevo.
Fueron 6 IA y por fin una FIV con tres embriones. Me lo dijeron sobre la mesa de quirófano: “….te vamos a implantar tres embriones”. Yo dije nooo, ¿y si vienen mellizos? ….. No te preocupes, los embriones se ayudan entre si para que uno salga adelante.
Y así fué, lo voy recordando según escribo y es difícil poner palabras a una ilusión tan grandísima y a un sentimiento de felicidad plena como persona, como mujer y como madre.
¡El parto fue un horror! Pues no lo vais a creer, se fue la luz, la niña encajada, no avanzaba, no podía salir….. el paritorio se lleno de médicos de urgencias, fórceps y ahí estaba mi niña, que lloró en cuanto asomó su cabecita, sin haber salido por completo. Nació sana, y guapa y lista…. sonrisa.
Bueno, pues eso fue sólo el comienzo. La maternidad en solitario lleva acompañado mucho trabajo, mucho esfuerzo y a cambio una satisfacción personal no comparable con nada.
Mi hija está a punto de cumplir 8 años y todo esto lo tengo ya muy lejano. Disfruto de ella cada día y cada día todo es mejor. Los pañales dan paso a sus primeras palabras, y éstas a su pequeña independencia. Cómo aprende a vestirse, y aprende a leer y a saltar a la comba. Hay una complicidad entre nosotras que supera todas las barreras. Mira al mundo y me pregunta sus dudas, me cuenta sus sueños y me enseña a diario lo mas importante de la vida.
Viajamos en vacaciones solas, con amigas o en familia. A partir del año pasado organizamos las actividades extraescolares con mi horario de trabajo, juntas. Y los fines de semana buscamos tiempo para nosotras y también para compartir con amigos, excursiones a la naturaleza, cine.
Tengo apoyo familiar, aunque a 200 km. pues por razones laborales vivo en una ciudad a la que llegué cuando mi hija estaba a punto de cumplir una año y no conocía a nadie. Ahora hemos hecho nuestra vida a nuestra medida. Estamos integradas en la ciudad y lo mas importante : veo a mi hija crecer feliz.
Ana (Asturias)
MSPE de una niña de 8 años