Y en la semana 40 llegó “él”, nunca me he sentido más MSPE como aquel día
Eran las 2 de la madrugada del 7 de noviembre cuando por primera vez sentí lo que eran las famosas contracciones; me llegaron y además “de libro”. Aguanté un poco más y toqué la puerta del al lado….”¡Creo que es la hora! ¿Podéis levantaros?”…Bueno, sí podían, creo, porque no había terminado la frase y mis padres ya estaban casi “vestidos”.
Cuando llegué, las contracciones se habían parado pero igualmente me dejaron ingresada por si acaso. Eran las 6 de la mañana.
Empezaron otra vez las contracciones y a las 8.30h vinieron a buscarme para ir a la sala de dilatación. Yo estaba sola en ese momento, mis padres estaban con el papeleo. “Por cierto, ¿quieres que avisemos al padre?”, dijo la enfermera. “¿Cómo? ¿lo conoce?..¡Joé, si lo encuentra no le deje escapar!”, bromeé yo.
Y de repente me vi, en una sala, yo sola con la matrona poniéndome de nuevo el monitor y haciéndome otro tacto. Mismo diagnostico, no he empezado ni a dilatar y, por lo tanto, no estoy de parto. Y entonces dije: “Por favor, ¿avisaran a mis padres de que me han bajado ya? ¿Y les pueden decir que avisen a mi cuñada para que venga en cuanto pueda?”. La idea siempre fue que mi cuñada Begoña me acompañara en el parto, pero, no pudo ser.
10 minutos después lancé un pequeño “gritito” y la matrona me preguntó: “¿Qué ha pasado? ¿No decías que aguantabas bien con las respiraciones?” – “Sí, sí, pero de repente me ha dado un dolor muy fuerte, lo siento.” Y la matrona extrañada me hizo otro tacto, pues pensaba que yo exageraba y no tenía sentido ese dolor tan pronto.
Pasaron otros 10 minutos y otra vez ese dolor. “¡Madre mía, si no lo veo no lo creo! ¡Estás en 6 cm!”, dijo la matrona y empezó a avisar a los médicos y enfermeras diciendo: “¡¡¡Daros prisa, avisad al anestesista, que necesito una epidural urgente!!! ¡¡¡QUE NO LLEGA!!”
Y allí estaba yo, ojiplática pensando “¿Qué pasa? ¿No era que yo estaba exagerando?”
En ese momento entra la matrona diciendo “¿Qué?, ya no duele ¿eh?”. “Pues no, ahora estoy genial, aunque mira que tengo una pequeña presión abajo que antes no tenia…”
“¿Cómo?”, dijo, “No es posible que sientas molestias, pero tal y como ha ido la cosa, no me fío de ti.” Me miró por curiosidad y lo siguiente que recuerdo es a la matrona empujando la camilla y pidiendo ayuda para llevarme hasta el paritorio: la cabeza de Daniel estaba asomando
Miré a un lado, y todo el mundo corría y ahí estaba mi médico poniéndose el gorro. “¡Acabo de llegar! ¿Es que tú y yo no habíamos quedado para el lunes que viene?” ¡Qué gracioso!
Literalmente dos empujones (no tres, sino DOS) y mi médico dijo: ¡Ya está!
“¿Cómo que ya está? Y ahora ¿que tengo que hacer?”, le pregunte. “Nada. ¿Qué quieres hacer si ya tengo a Daniel conmigo?”. “¿Cómo? ¿Qué quieres decir?” Y ahí estaba, era un ovillo cubierto de una grasa blanca…Daniel, acababa de nacer.
Me subieron a la habitación, ahí estaba mi madre, no le había dado tiempo a nadie a llegar, y en una hora yo volvía con mi HIJO en brazos. Me puse a llamar y mandar mensajes e incluso le pedí a mi madre mi neceser: ¡quería maquillarme! Y así lo hice. Como decía la canción “Antes muerta, que sencilla” ¡con todas las visitas que esperábamos!
Sí, Sí, ya sé que alguna se partió de risa al verme maquillada ese mismo día, pero era reflejo de mi estado de ánimo. Acababa de tener al bebé más bonito del mundo.
Rosa (Madrid)
MSPE de un niño de 3 años.